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Mostrando entradas de 2024

Si estuvieras despierta.

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Eran sus ojos un atajo al cielo. Y no era sólo una percepción barata y alucinada.  En realidad, eran sus ojos un ímpetu de armonía, un shot de adrenalina. Era sentir la velocidad de la luz repartida en partículas de oxitocina. Eran sus ojos una nostálgica melodía. Pero no era la clásica nostalgia con tonos melancólicos.  Era la melancolía perfecta, la que al esfumarse deja una quebrada sonrisa. La que humedece el rostro. La que brota de los ojos y muere en la garganta.  Eran sus ojos la ventana de mi alma... Eran la cocina de la abuela, el abrazo de mis padres, mi primer diploma... Eran sus ojos mi primer amor, mi primer poema... Eran sus ojos, eran papel en blanco o un lienzo ante cualquier pintor. Eran y siguen siendo... Son sus ojos...  Son sus ojos y la silenciosa historia que te cuentan. Son el universo y la tristeza, son pureza. Son perdón y redención. Son sus ojos mi propio pasaje del amor. Ojalá nunca te vayas... Ojalá no. Porque son tus ojos los que dan vida...

Carta a Georgia.

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Un día me enseñaron una fotografía con varios perritos, y sin pensarlo, te elegí. Sólo te elegí. No recuerdo haber observado alguna característica en particular. Recuerdo que me sugirieron algunos otros por ser color negro y supuestamente resaltantes. Yo sólo te vi y me enamoré. Desde ese momento supe que la vida me haría inseparable a ti.  Algunas personas me han dicho que quizás tengo mascotas porque no me atrevo a tener hijos, pero están equivocados. Para mí, no tiene relación una cosa con la otra, pues sería la más feliz al tener un hijo que pudiera dormir tranquilamente mientras lo ves con tus ojos color miel de manera curiosa como sueles hacerlo.  Mi Georgia, no necesitas hablar para decir que me amas. Ni necesito que entiendas mi vocabulario lingüístico para que sepas que yo a ti también. Quizás aun no sepas muchos de los trucos cotidianos para una mascota, pero tienes algunas habilidades impresionantes... Comenzaré por esa habilidad tan especial de inyectar amor por la...

Pensamiento fugaz y general que no puedo dejar pasar sobre mis mascotas.

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Nunca antes imaginé que algún día unos cuantos pares de patitas de cuatro dedos moverían mi corazón. Esas huellitas marcadas en mi ropa que me dan tanta felicidad.  Recuerdo cuando al inicio renegaba de vez en cuando o bastante seguido sobre las rutinas de limpieza y alimentación. Pero con el paso de los años me di cuenta que son ellos quienes están conmigo. No les importa cómo visto o la persona que pudiera ser, no les importa si estoy de mal humor, aun así una y otra vez están ahí, acercándose a mí... Siendo felices con tan sólo frotarles la cabeza o su peludito lomo. Por algún tiempo quizás hasta fui parte de esas burlas hacia las personas que celebraban el cumpleaños de sus mascotas y ahora no imagino la vida sin ellos. Sin sus tiernas miradas que curan el alma. Sin el sonido del tazón tambaleándose en el piso, empujado por alguna de sus patitas. No me imagino ni siquiera yo sin su olor a "perro"... Los quiero tanto que prefiero su olor y tenerlos sobre mi espalda que cu...

Fragmento 21 de agosto.

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Me he cansado ya de complicarme la vida. Dedo admitir que durante mucho tiempo disfruté sobrepensar en posibles resultados de acuerdo a mi árbol de decisiones. Disfruté mucho del caos clavado en mi mente como enredadera, incluso en algún punto de mi vida debí decir que amaba guiarme por el caos. Pero todo pasa... Ahora sólo disfruto la armonía de un lugar despejado y minimalista con un rico café paseando por mi boca. Disfruto de la ciudad sin tráfico y la luz de la luna que rara vez se deja ver, y quizás de tener la oportunidad de alguna caminata espontánea después de que el calor intenso baje y antes de la hora de la cena. Disfruto de leer un buen libro mientras lo sostengo con mi mano derecha retando la elasticidad de mis brazos. Me encanta estirarme mientras escribo. Me encanta estirarme mientras agradezco. Es como mi peculiar y quizás extraña representación del agradecimiento por la vida. Y tal vez una manera de recordarme que debo hacer ejercicio y no dejar de moverme. Ya no me in...

La belleza del silencio.

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 Contaré una pequeña historia que he callado cientos de veces cada que alguien agrede, atenta o huye del silencio. Hace un par de años, en medio de una noche triste y vacía, salí de casa alrededor de las 2 de la mañana; salí al parque que está frente a mi casa y caminé sin una dirección definida, hasta que en algún punto tan sólo me tiré sobre una de las duras bancas formadas de cemento situadas bajo la inclinación de luz proveniente de una lámpara mercurial, esta luz no venía sola, sino que se acompañaba y cruzaba con alguno que otro destello de la luna y un manto demasiado estrellado para estar en la ciudad. Recuerdo este momento porque sentí y escuché la alineación de mi columna vertebral como engranándose sobre el cemento de la banca. Miré hacia un costado y juro que podía ver ese suave movimiento del césped crecido provocado por el viento, recuerdo que volví a sorprenderme por la inusual aparición de tantas estrellas. Las palmas de mis manos tocaban la banca fresca, casi fría ...

Una anécdota cualquiera.

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Esta vez contaré una curiosa anécdota que ocurrió el día de ayer. Ayer fue domingo, un día en el que las familias normalmente se reúnen para ir algún lugar a comer fuera, ir al cine, tal vez o ambas.  Como dije anteriormente, actualmente tengo 36 años, por lo que es, si no obvio, sí bastante lógico que ya no viva con mis padres. Bueno, pues ayer tuve la fortuna de despertar tranquilamente en casa, y digo tranquilamente porque es ventaja despertar sin resaca después de tomar casi una botella de vino antes de dormir la noche anterior. Ayer pues, desperté tranquilamente y preparé pan tostado. Un desayuno bastante ligero en comparación con lo que suelo preparar un fin de semana. La razón fue que más tarde iría a comer con mi esposa y su mejor amiga. Ambas cumplieron años durante el mes de julio y yo estaba en deuda con ellas. Debido a algunas circunstancias de fuerza mayor que involucran a ambas, no había invitado a mi esposa a cenar la noche de su cumpleaños, y su mejor amiga me había...

Fragmento sobre mí.

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En un mundo tan amargo, de vez en cuando se necesita un poquito de dulzor. Entre tantas prisas y desesperación, pausar y tomar aire por la ventana no está de más. Tengo una vida bastante común. Tengo 36 años y trabajo alrededor de 60 horas semanales, pocas veces sobrepaso el las pseudo permitidas por la ley. Mi trabajo consiste básicamente en validar un montón de números, que si bien, no tiene la mayor complicación, si conlleva cierto nivel de detalle y algún grado superior de concentración. Tal vez, algo de presión, pero no pretendo sentirme especial porque sé que soy una millonésima o billonésima, o quién sabe qué parte de este sistema. Suelo no hablar con nadie, hasta que me dirigen la palabra. Suelo no interrumpir porque detesto que me interrumpan. Suelo no separarme de las hojas de cálculo más que para ir rápidamente al baño, rezando se encuentre disponible cuando al fin me decido a ir, generalmente mucho más tarde de lo debido, arriesgando mis intestinos y vejiga, actuando estúpi...